La alimentación más-que-humana en interacción con el modelo urbano contemporáneo

La alimentación más-que-humana en interacción con el modelo urbano contemporáneo

Cigüeñas alimentándose en un vertedero de la Comunidad de Madrid. 2017. Fuente: Seo/Birdlife. Autor: Javier de la Fuente.

¿Qué hay de la alimentación más-que-humana?

El queso rallado es una de las comidas preferidas de los petirrojos según la Sociedad Española de Ornitología.[1] La cantidad de palomas en Manhattan y la altura de sus rascacielos hace que esta ciudad sea hoy la mayor reserva de halcón peregrino del mundo. En Madrid, el vertedero de Colmenar Viejo atrae a miles de gaviotas cada invierno, en su paso migratorio desde el norte de Europa[2]. A su vez, los vertederos de Rivas Vaciamadrid y Alcalá de Henares han cambiado la ruta migratoria de la cigüeña blanca; en ellos, las aves encuentran una fuente de alimentación, pero al mismo tiempo confunden las gomas de la basura con culebrillas o lombrices, y muchas cigüeñas mueren.[3]

Vivimos directamente en el espacio que nos alimenta, decía el pasado 24 de marzo Carolyn Steel en la Escuela de Arquitectura de Madrid cuando hablaba sobre Sitopia[4] (2022), un estudio en el que la arquitcta analiza las relaciones entre la comida y la ciudad mostrando la manera en la que los sistemas alimentarios humanos han condicionado la evolución formal de los entornos urbanos.

El pasado 27 de marzo conocíamos (Arquitectura Viva, 2023)  el tema que presentará España en la próxima Bienal de Arquitectura de Venecia 2023: Foodscapes. Con la frase al comer, digerimos territorios, la propuesta incide en la necesidad de considerar la forma en la que hoy se producen, distribuyen y consumen los alimentos —desde las cocinas y el espacio doméstico hasta las grandes superficies agroindustriales—, en tanto que moldean la metrópolis y transforman de manera radical la geografía: Tras analizar nuestros sistemas alimentarios y las arquitecturas que los construyen, FOODSCAPES mira al futuro para explorar otros modelos posibles, capaces de alimentar al mundo sin devorar el planeta.

En un presente de crisis ecosocial, a estas reflexiones emergentes en torno a los vínculos entre sistemas alimentarios y modelos urbanos se suman las significativas reivindicaciones de soberanía alimentaria que desde hace años se llevan haciendo,  dentro y fuera de la academia, en distintos foros de planeamiento urbanístico y territorial (Butelli, 2015).

Si bien todos estos análisis se encuentran posicionados a favor de una preocupación medioambiental, con la consiguiente consideración y cuidado hacia la vida de otros organismos no humanos implicados, su aproximación es marcadamente antropocéntrica. Se tiene en cuenta a los organismos vivos no humanos en tanto receptores de la actividad humana y sin prestar demasiada atención a su agencia. Sin embargo, la ciudad está habitada también por un sinfín de seres que viven en el espacio que les alimenta.

De igual modo que ampliar el foco del diseño urbano hacia una concepción más que humana puede permitir desjerarquizar las relaciones actuales de sometimiento del entorno llamado “natural” por parte del ser humano, abrir la cuestión de la alimentación en la ciudad a otras agencias más que humanas puede ayudar a reconsiderar dinámicas y variables ahora desatendidas o invisibilizadas.

¿Qué hay de la alimentación más-que-humana y cómo moldea las ciudades? A su vez ¿Cómo la morfología, la materialidad, y las dinámicas urbanas afectan a la alimentación más que humana? Dar respuesta a estas cuestiones es el objetivo de este texto entendido como un ejercicio de análisis y aproximación, que permita ampliar el foco hacia la consideración de otras agencias más que humanas implicadas. Para ello, se partirá del caso particular de la cadena trófica del autillo europeo en Madrid, intuyendo que sus cambios recientes pueden colaborar en las cuestiones planteadas.

El autillo europeo en Madrid

El autillo europeo[5] (Otus scops) es una rapaz nocturna de pequeño tamaño que suele pasar inadvertida por el color de su plumaje. Es un ave migradora transahariana que pasa los inviernos en África subsahariana y se desplaza hacia Europa, llegando al centro de la península ibérica hacia el equinoccio de primavera. A diferencia de otras rapaces nocturnas, el autillo europeo ocupa con facilidad áreas urbanas, principalmente parques, donde puede encontrar las condiciones adecuadas para cazar cerca de su nido (Martínez et al., 2007; Treggiari et al., 2013). Una vez se establece, permanece en el mismo lugar para reproducirse y criar a los pollos en el verano y migra hacia latitudes inferiores al terminar el otoño. En condiciones naturales presentan una dieta principalmente insectívora, dominada por grandes ortópteros y lepidópteros, llegando a cazar arácnidos, miriápodos e incluso otras aves pequeñas y micromamíferos. (Alonso et al., 2003; BirdLife International/EBCC, 2000; BirdLife International, 2015).

La población de autillo europeo se ha visto sometida a un fuerte declive en las últimas décadas. Desde 1997, el Centro de Recuperación de Rapaces Nocturnas de Brinzal en Madrid  comenzó a detectar una patología en las crías de autillo, definida como Enfermedad Necrótica Orofaríngea (Hernánez 2016; Lopes et al., 2022). Esta patología produce una serie de placas de material necrótico proliferativo en las cavidades orales de estos animales que les conduce a la muerte por inanición. El diagnóstico realizado por el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA-INIA; CSIC) concluyó que se trataba de una infección provocada por Gongylonema sp., un parásito que afecta tanto a aves como a mamíferos en todo el mundo. Debido a la persistencia de la infección en estas crías de 2-3 semanas, coincidente siempre con la época de cría del autillo, desde Brinzal se realizó un registro entre 1997 y 2015 donde se georreferenciaban los pollos de autillo infectados (286 de un total de 477) y aquellos que no presentaban síntomas.

Visualización espacial del total de autillos ingresados en el Centro de Recuperación de Brinzal desde 1997 a 2015 en la ciudad de Madrid. En rojo se representan los pollos infectados y en verde los que no presentaron síntomas de la enfermedad. Fuente: Hernández, 2016.

 

A través de esta observación, se detectó un importante cambio en la localización de los nidos de autillo: con mayor frecuencia, los nidos aparecían situados encima y muy cerca de las bocas de las alcantarillas de la ciudad. Este dato, sabiendo que el parásito Gongylonema sp. requiere de huéspedes intermediarios para completar su ciclo de vida (a menudo insectos coprófagos como escarabajos o cucarachas), explicaba la infección de las crías de autillo.

Autillo europeo infectado e identificación del huésped intermedio de Gongylonema sp. (Lopes et al., 2022)

 

Los nidos habían cambiado de lugar para acercarse a su fuente de alimentación y los autillos habían pasado de comer insectos a comer cucarachas. De este modo, éstas les habían transmitido el parásito a las crías (con una prevalencia de casi el 67%) (Hernández, 2016). La muerte de las crías de autillo estaba originada por un cambio en la alimentación. ¿A qué se debía este cambio? ¿Tiene alguna relación con los cambios en la configuración y morfología urbana?

Insectos sin comida

Aunque existen pocos estudios dedicados específicamente al autillo europeo, se conocen ciertas pautas de alimentación y preferencias de la especie. Si bien como se ha señalado su dieta en condiciones naturales es principalmente insectívora y muy diversa, su comportamiento en entornos urbanos cambia de manera drástica. Así, la caza casi exclusiva de cucarachas se debe, por un lado, a la coincidencia de hábitos nocturnos de ambas especies, pero sobre todo a la menor disponibilidad de otros invertebrados en la ciudad.

Los artrópodos representan uno de los grupos más afectados por los impactos de la urbanización (Hernández, 2016). El desarrollo urbanístico homogéneo impide la diversidad de insectos, favoreciendo la presencia de aquellos estrictamente generalistas como las cucarachas, en perjuicio de otros con requerimientos de hábitat más específicos (Penone et al., 2012). En el caso de los insectos polinizadores, que se alimentan a base de polen y néctar de las flores, cada especie requiere de un tipo concreto de planta. Es decir, que si la ciudad adolece de determinadas especies, los insectos que las necesitan no se podrán alimentar y por tanto no podrán existir. Por tanto, cuanta mayor diversidad de especies de plantas convivan, mayor diversidad de insectos podrán cohabitar.

Es por ello que finalmente la solución planteada desde Brinzal para paliar el problema de la infección de las crías de autillo consistió, no sólo en curar a las crías, sino en acudir a la raíz del problema[6]: actuar para aumentar la biodiversidad dentro del núcleo urbano y favorecer la presencia de otros insectos que pudieran servir de alimento al autillo europeo en lugar de las cucarachas.

Trampas ecológicas: ‘zonas verdes’ sin biodiversidad

Dentro de los ecosistemas urbanos, los parques y las zonas con presencia de vegetación representan importantes islas de habitabilidad para muchos organismos no humanos. Contibuyen a preservar la biodiversidad, y tienen la capacidad de generar importantes funciones ecosistémicas, como la eliminación de contaminantes del aire y la regulación de la temperatura. Sin embargo, las ‘zonas verdes’ han pasado a ser un significante de ‘beneficio ecológico’ dentro del imaginario colectivo en la ciudad, obviando por ignorancia las enormes diferencias que puede haber entre unas áreas con presencia vegetal y otras, convirtiéndose así en una generalización y abstracción inespecífica, que deja fuera de lugar el análisis y la crítica sobre las mismas.

Las ‘zonas verdes’ pueden no resultar tan beneficiosas cuando se ajardinan, provocando un elevado grado de homogeneización que, junto con la contaminación, el uso de pesticidas, la degradación e impermeabilidad del suelo, la cantidad de luz artificial, etc., impide la presencia diversa de insectos y otros animales (Hunter and Hunter, 2008). Así, lo que aparentemente puede parecer un ecosistema favorable, resultan espacios donde solamente especies generalistas como las cucarachas pueden subsistir (Hernández, 2016).

Relación entre biodiversidad y pavimentación del suelo en parques en la ciudad de Madrid. Fuente: Fernández-Juricic, E., y Jokimäki, J. (2001)

 

En este caso, las áreas verdes dentro de extensiones urbanizadas estarían actuando como trampas ecológicas, es decir, hábitats de baja calidad que resultan más atractivos que un hábitat beneficioso (Patten and Kelly, 2010). Así, en el caso de los autillos en Madrid, estos están seleccionando activamente hábitats con abundantes recursos alimenticios pero de mala calidad, por encima de mejores alternativas, como serían espacios con mayor biodiversidad, como podrían ser, por ejemplo, márgenes con alta presencia de plantas adventicias. En este sentido, conceptos como el de ‘Tercer paisaje’ de Gilles Clement[7] o el de ‘isla biogeográfica’ de Edward O.Wilson y Robert MacArthur (Schilthuizen, 2020, p. 45-46), pueden contribuir a un cambio de paradigma en el diseño urbano, afectando y afectado por los sistemas alimentarios más-que-humanos.

En fin, la alimentación conecta todo

El caso de los cambios en la cadena trófica del autillo europeo en Madrid sirve para ilustrar cómo el diseño urbano puede alterar las redes alimentarias de las comunidades biológicas, viendo modificada su presencia y comportamiento (Faeth et al., 2015). Asimismo, el caso de estudio muestra cómo los cambios en la alimentación de determinadas especies se ven reflejados en la morfología de la ciudad, al mismo tiempo que la afectan. Food shapes everything and food conects everything (Steel, 2022). Ademas, el modelo de diseño urbano se ve influido por una concepción acrítica de las ‘zonas verdes’, que resulta en áreas estériles para la biodiversidad. Frente a los enfoques exclusivamente antropocentristas en los estudios urbanos, la consideración de las presencias más-que-humanas en la ciudad, sus conexiones, agencias y necesidades, puede activar un cambio de paradigma en la modulación de los ecosistemas urbanos.

 

Notas

[1] https://www.seo.org/wp-content/uploads/2012/05/FICHA-07-ALIMENTO.pdf

[2] https://cadenaser.com/ser/2017/03/02/ciencia/1488448852_388091.html

[3] https://efeverde.com/vertederos-madrid-foco-atraccion-muerte-ciguenas/

[4] sitos-topo: food-place

[5] https://seo.org/ave/autillo-europeo/

[6] ver el proyecto Misión Polinizadores: https://brinzal.org/tienda/proyectos/mision-polinizadores/

[7] https://elpais.com/elpais/2018/06/11/del_tirador_a_la_ciudad/1528722941_557298.html

 

 

Referencias bibliográficas

Alonso, R., Zuberogoitia, I. y Martínez, J.A. (2003). El Autillo Europeo (Otus scops). En: Martí, R. and del Moral, J.C. (eds.), Atlas Nacional de las Aves Reproductoras de España. Dirección General de Conservación de la Naturaleza–SEO/BirdLife, Madrid, 314-315.

Arquitectura Viva (27 de marzo de 2023). FOODSCAPES: Pabellón de España para la Bienal de Arquitectura de Venecia 2023. https://arquitecturaviva.com/articulos/foodscapes-pabellon-de-espana-para-la-bienal-de-arquitectura-de-venecia-2023

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Lucía Gutiérrez Vázquez y Atxu Amann y Alcocer

Lucía Gutiérrez Vázquez

Arquitecta y pintora. Actualmente realiza el Doctorado en Proyectos Arquitectónicos Avanzados en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (UPM) con una Ayuda predoctoral FPU: Formación de Profesorado Universitario del Ministerio de Universidades del Gobierno de España. Forma parte del Grupo de Investigación Hypermedia: taller de configuración y comunicación arquitectónica de la Universidad Politécnica de Madrid. Su trabajo ha sido galardonado y expuesto en numerosas ocasiones, haciendo parte de las Bienales de Arquitectura de Tallinn 2015 y Venecia 2018. Ha realizado estancias internacionales en la École National Supérieure d’Architecture Paris Belleville y el Laboratorio di Progettazione Ecologica degli Insediamenti de la Università degli Studi di Firenze.

 

Atxu Amann y Alcocer

Doctora Arquitecta, urbanista y paisajista. Docente e investigadora en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid. Creadora del Master Oficial de Comunicación Arquitectónica que actualmente coordina. Directora del programa de Doctorado en comunicación arquitectónica, habiendo dirigido más de 25 tesis doctorales. Dirige el Grupo de Investigación Hypermedia: taller de configuración y comunicación arquitectónica y es responsable del grupo de innovación educativa del mismo nombre. Premio a la excelencia en innovación educativa de la Universidad Politécnica de Madrid en el año 2009 y el premio a la excelencia docente en 2019. Desde 1987, asociada a Andrés Cánovas y Nicolás Maruri en el estudio Temperaturas Extremas. Su actividad proyectual ha merecido múltiples reconocimientos, expuesta y publicada por todo el mundo, habiendo obtenido más de 200 premios, como el Premio Nacional de Cultura del Gobierno español en 2012. Comisaria del pabellón español de la bienal de Venecia en 2018. Activista feminista, sitúa su actividad en la lucha por un mundo ”más que humano” a través de una práctica arquitectónica diversificada.

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